domingo, agosto 27, 2006

DIOS ESTÁ MUERTO


por Sandeep Chatterjee
Traducción de Cheryl Harleston

Dios está muerto. ¿Quién lo mató? ¡Nosotros!
Nosotros lo localizamos y lo confinamos a los Cielos, excluyéndolo de la Tierra. Nos atrevimos a hacer imágenes de Él. Le dimos al Antiguo de los Días una larga barba gris y forma humana. Le dimos Su papel al principio de la creación, con raras intervenciones aquí y allá en la historia. Sólo le concedimos como "Actos de Dios" los desastres extraños y caprichosos que las compañías de seguros no cubren. Restringimos su culto a edificios de piedra viejos y expuestos a corrientes de aire, uno de cada siete días. Le dimos a Quien no tiene forma conocida, una forma humana, y cuando un ser humano mortal nos recuerda de la trascendencia de Dios, elevamos a dicho hombre a un nivel de deidad.
Nuestros científicos robaron Sus leyes, un plagio directo. Los planetas se habían movido en órbitas elípticas durante millones de años antes de que Newton "descubriera" las Leyes del Movimiento. Careciendo de un Ser Supremo, elevamos la Naturaleza a una posición que no le correspondía. Y luego nos dedicamos metódicamente a conquistar dicho poder, devastando la tierra, el mar, nuestros alimentos y el aire mismo que respiramos.
Una vez satisfechos de que nos habíamos deshecho de Dios, revivimos una asamblea de dioses menores que hubieran confundido a los Griegos, apenado a los Romanos y que son la envidia de los Hindúes. Desdeñamos el culto y la oración, y sin embargo pasamos la vida en miles de rituales vacíos, adorando y propiciando una multitud de dioses amigables y hostiles. Pasamos vidas enteras dedicados a comer y a beber. ¿Acaso no es esto un culto?
Nos hemos comprometido a gastar la mayor parte de nuestra vida haciendo dinero, y con eso convertimos al dinero en nuestro dios, pues ningún monje ascético en su pequeña celda mostró jamás una devoción tan completa. Hemos restituido el antiguo ídolo de la sexualidad voluptuosa, y su núbil forma agracia nuestros diarios, películas, paredes y sueños. Dicho ídolo, en cambio, nos ha recompensado con enfermedades venéreas, su hermana el SIDA, y una desintegración social a una escala sin precedentes. Somos demasiado orgullosos para hacer reverencias ante Dios, pero nos arrastramos de rodillas frente al gerente de banco cuando tenemos problemas con la hipoteca. De hecho, estamos viviendo nuestra vida para poder comprar nuestra casa, como el Faraón que dedicó su reino entero a construir su tumba piramidal.
Junto con Dios murieron el Cielo y el Infierno, y en su lugar colocamos la tierra de fantasía del "nunca-jamás" de los gráficos por computadora y su burdel de comida rápida completamente automatizado, con calefacción central y vidrios dobles, que desafortunadamente tiene el terrible potencial de transformarse en el Archipiélago de Gulag, las masacres genocidas y la tiranía estatal como una forma de vida.
Así que Dios está muerto. Nosotros lo matamos.
Y no obstante el Dios que matamos de todos modos no existe. El Dios uno-de-tres no existe. El Dios anciano de barba gris no existe. El Dios remoto por encima de los cielos no existe. El Dios de este o aquel pueblo no existe. El Dios que envió a Su hijo no existe. El Dios como avatar que vendrá de vez en cuando a salvar a la humanidad no existe.
No existe un dios, sino ESO más allá de todos los mundos, de todas las definiciones, de todas las religiones, de todas las filosofías, más allá del Gita, más allá de la Biblia, más allá del Korán, más allá de todo pensamiento mortal y concepción humana.
ESO es Uno. ESO no está localizado en lugar alguno, pues si ESO lo estuviera, estaría limitado y por ende no sería divino. ESO no tiene forma, pues ESO es el originador incansable de todas las formas. ESO crea eternamente al cosmos entero y ESO sustenta cada fotón, átomo, célula y objeto cuasi-estelar a cada instante. Sin ESO no existen. ESO sustenta cada cosa viviente, cristiana, judía, hindú o atea. ESO no es el Señor de los árabes, los judíos o los cristianos, sino el Señor de los Mundos, de todos los seres y de todo Ser.
Nada se parece a ESO, ninguna imagen o concepto, y sin embargo ESO es el Oír, el Ver. ESO no tiene un hijo, pues el hijo de ESO tendría que ser un dios con poder ilimitado, y es imposible que existan dos seres omnipotentes, pues se limitarían uno al otro. Cualquier cosa limitada no es un dios.
ESO es terrible poder y fuerza, y sumblime misericordia y compasión. ESO está muy elevado y sin embargo ESO es inservible, pues si ESO fuera útil para algo, —para una Meta, un propósito, un destino— la Meta, el propósito, el destino sería más elevado que ESO, y nada es más elevado que ESO.
Dios está muerto. ESO ES, lo Viviente que no muere. ESO es el Infinito y no hay nombre que pueda nombrarlo... ...ni siquiera ESO.


1997 por Sandeep Chatterjee
http://www.elexion.com/lakota/textos/texto24.htm

Dr. Sandeep Chatterjee received his M.S. and Ph.D. in Computer Science from MIT's Lab for Computer Science (now the Computer Science and Artificial Intelligence Laboratory). Dr. Chatterjee is a seasoned technology expert and business professional with over a decade of contributions as a thought leader, technologist, consultant, entrepreneur, and author.

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